lunes, diciembre 27, 2004

Muevan las industrias (III)

Todo lo producido industrialmente nos parece estéticamente inferior por razones emocionales que más tienen que ver con la nostalgia que con una supuesta inherente fealdad de lo manufacturado. Nos parece más valiosa una cosa que haya sido hecha "a mano" y en lotes pequeños —ojalá unitarios— que una producida con uniformidad en grandes cantidades. Pero la estética nos apasiona y nos autonombramos defensores de su pureza sólo cuando no nos cuesta nada: con una inversión mínima nos investimos de una de las distinciones más prestigiosas de nuestro tiempo: la del ciudadano desdeñoso del mundo práctico, del trajín cotidiano, del mercantilismo y del consumo. Ese desprecio por el mundo puede ser loable, pero en la mayoría de nosotros su alcance es corto: ¿nos mantendríamos en nuestro desprecio de lo industrial si se tratara, digamos, de una vacuna? ¿Añoraríamos la inmunología artesanal?

[Esta es la tercera parte de este texto. Las primeras dos están aquí y aquí.]

jueves, diciembre 23, 2004

El poder de la extradición

Solamente en un país en que el sistema judicial es un hazmerreír puede la extradición volverse un arma jurídica y política. El poder intimidatorio y disuasivo de la extradición a EEUU nace de la parsimonia de nuestras cortes y de la porosidad de nuestras cárceles.

lunes, diciembre 20, 2004

La extradición de "Trinidad"

Le caen encima al Presidente Uribe por su propuesta de no extraditar al guerrillero que se hace llamar "Simón Trinidad" a cambio de la liberación de 63 secuestrados.

Dice en El Tiempo que los "detractores [de la propuesta dicen que] no será acogida por la guerrilla".

Dice en el mismo periódico la columnista Maria Jimena Duzán que la propuesta de Uribe entorpece un eventual acuerdo humanitario.

Dice Wilson Borja —un representante de los sindicatos— que la propuesta es "inmoral" y un "acto de guerra".

Dice el ex-guerrillero Antonio Navarro que "se podría haber explorado con 'Trinidad' [una] alternativa de paz. El plazo debió ser de al menos seis meses."

Dice, por último, Camilo Gómez, el ex-comisionado de paz del ex-presidente Pastrana que "el Presidente está haciendo más política que buscando la liberación de los secuestrados."

Conociendo como conocemos a las FARC, es cierto que es difícil creer que Uribe crea que se tomen la oferta en serio. Las FARC nunca han tomado ninguna propuesta del gobierno en serio, y menos una en que ganarían tan poco y perderían tanto. ¿Qué que? ¿Que liberemos sesenta y pico rehenes? ¿Ah, sí? ¿Y a cambio de qué? ¿De que nos liberen a un ideólogo? Por favor, no nos crean tan tontos. Suelten a un experto en explosivos, al menos. A un extorsionista. A un técnico de laboratorio de coca. Pero, ¿así, sin nada bueno a cambio, sin una amnistía, sin un par de municipios despejados, sin seis meses de plazo, sin audiencia pública en el Congreso, sin tregua navideña, sin siquiera un dinerito para el rescate? No way.

Eso, si lo sé hasta yo, bien lo sabe el Presidente y todo su grupo de asesores. O sea que tienen razón los que dicen que es más una movida política del gobierno, una manera de decir "Miren que nosotros sí estamos ofreciendo algo y ustedes nada...", que un intento real de liberación.

Sí, pero.

Si es una movida política, es una movida más astuta de lo que sus detractores suponen. Pone de nuevo a las FARC contra la pared y se suma a otras maniobras anteriores que —movidas políticas o estrategias reales— poco a poco van conformando todo un dossier que el gobierno puede mostrar cada vez que —cosa que sucede con frecuencia— lo acusen de no tener "voluntad de paz". No puede entorpecer el acuerdo humanitario porque —convenzámonos de una buena vez por todas— a la guerrilla no le interesa un acuerdo humanitario. O al menos no uno en el que ellos no reciban algo que les sea estratégicamente más valioso que los rehenes. O sea no uno en el que ellos pierdan algo.

Ese acuerdo, en el que salgamos perdiendo todos a cambio de la liberación de algunos rehenes, no es indeseable. Es obligación del país, por solidaridad con los secuestrados y sus familiares, dejar abierta esa puerta. Pero no creo que la maniobra política de Uribe lo entorpezca más de lo que la falta de voluntad de la guerrilla ya lo hace.

No debemos olvidar que este mismo personaje que se hace llamar "Simon Trinidad" afirmó hace unos años en una entrevista en El Tiempo que el propósito de las FARC era la toma del poder. Nada menos que eso sería satisfactorio. Para una organzación marxista-leninista —las FARC lo son, en sus vicios y sus métodos—, son los resultados lo que cuenta. El fin —la toma del poder— justifica los medios: la mentira, el secuestro, el asesinato. Si para tomarse el poder hubiera que extraditar a "Trinidad", "Tirofijo" mismo lo embarcaría en el próximo vuelo a Miami.

Es que a las FARC no hay que pararles bolas cuando hablan de voluntad de paz, que no tienen, pero sí hay que pararles bolas cuando hablan de tomarse el poder, porque ahí sí están diciendo la verdad. En esa misma entrevista de hace unos años para El Tiempo —que estoy citando de memoria porque no tengo un archivo de El Tiempo a la mano—, "Trinidad" afirmaba también que el Derecho Internacional Humanitario era una "invención de la burguesía".

Esos dos comentarios, hechos por un vocero oficial de las FARC en medio del proceso de paz de Pastrana —que la única conclusión satisfactoria al conflicto sería la de la toma del poder por parte de la guerrilla y que el Derecho Internacional Humanitario es una invención burguesa (y por tanto lista para pasar al basurero de la historia)—, deberían ser suficientes para convencernos de que en las condiciones actuales es imposible una negociación de paz. No puede haber una solución negociada al conflicto a menos que las dos partes tengan algo que ganar. Y una de las partes ya nos ha hecho saber que lo único que cuenta para ellos es la derrota absoluta de la otra.

Lo más insólito de todo esto es que ahora venga el ex-comisionado de paz de Pastrana, Camilo Gómez, a terciar en este asunto diciendo que esto es una maniobra política. En Colombia siempre le hemos prestado mucho oído a los ex-. A los ex-presidentes, como Pastrana, a los ex-guerrilleros, como Navarro, a los ex-comisionados, como Gómez. ¿Qué le puede criticar al gobierno actual alguien como Gómez, que lideró un mal llamado proceso de paz que no fue sino una estrategia de la guerrilla para ganar tiempo, dilatar el conflicto mientras se "exacerbaban las contradicciones del sistema", fortalecerse estratégicamente, y enriquecerse con el secuestro, la extorsión y el narcotráfico? Tres años perdidos viendo amontonarse los muertos y los secuestrados; tres años viendo el prestigio de la guerrilla acrecentarse en el imaginario de los socialistas europeos que ignoran (por pereza o por dogma) la naturaleza de nuestro conflcito; tres años en que el gobierno Pastrana, por pereza o por no complicarse la vida, no hizó sino dejar que pasara el tiempo. Que viniera otro, después, a arreglar el lío. No hacer nada es la mejor manera de que a uno no lo acusen de haberlo hecho mal. ¿Que puede venir a decir Gómez, como representante de aquel proceso? ¡Que al menos tenga la decencia de dejar que los demás intenten hacer el trabajo que él no hizo! ¡Que no le pregunten su opinión los periodistas, que no nos interesa!

Movida política o no, hay algo que todos los detractores de esta propuesta no quieren ver y es que, si quisiera, la guerrilla podría muy bien devolverle la libertad a los 63 rehenes en cuestión. Y no antes del 30 de diciembre, como lo ha exigido Uribe, sino en menos de 24 horas. Si quisieran. Si les diera la gana. Uribe está haciendo con ellos lo que Gómez y lo que todo el gobierno Pastrana no hizo: negociar. "Yo te doy esto y tu me das aquello" es la esencia de cualquier negociación. Y es lo que el proceso de Pastrana nunca hizo. Ese proceso se conformó con decirle a las FARC: les vamos a dar una zona desmilitarizada, los vamos a llevar de paseo por Europa, les vamos a dar un escenario público para que vociferen sus ideas, les vamos a dar tiempo, mucho tiempo, muchos "compases de espera". ¿Qué dieron ellos a cambio? ¿Qué se les pidió a cambio?

Que yo recuerde, nada.

jueves, diciembre 16, 2004

Caving In To Cuteness

Message to anyone out there reading this: this blog will be bilingual from now on.

Spanish is my native tongue. I learned English very young, but Spanish is the language I was raised on, the language I spoke mostly until I was 18 years old, and the language spoken where I now live by my friends, coworkers, relatives, and self.

One of the motives for this blog was to exercise my written Spanish, which, neglected during my university years in the U.S. and France, was waxing a little, er, rusty. There I was, typing away my eñes, beginning my sentences with inverted question and exclamation marks, carefully making sure that all the right accents were placed over the right tonics. Often, however, I would find myself thinking in English and having to translate. English is a malleable, ductile tongue in ways Spanish — and, I suspect, most Romance languages, with the possible exception of Brazilian Portuguese — can't be. In Spanish, for instance, a McDonald's attendant wouldn't say "For here or to go?", but the wordier "¿Lo desea para comer aquí o para llevar?" (A French one would bark "Sur place ou pour emporter?" and not give a shit either way). A Spanish-speaking tourist at the end of the day in New York or Paris wouldn't be able to use the splendid "I'm all museumed out!", but have to resort instead to the blander "¡Estoy cansada de tanto museo!". And then there are things that are just plain untranslatable:

"Hey, these mofo neocons have out-McCarthy'd Joseph McCarthy!"

I won't even try. This blog will be bilingual from now on.

English allows cuteness. One cannot be cute in Spanish. If someone in, say, Colombia, wants to comment on, say, the attribute of the fluffy dog in the toilet paper commercial responsible for making you want to go out and buy toilet paper, she'll say "¡Mira que cuuuuuute!", because there is no perfect translation for cute in Spanish (adorable, in the way that we use it, doesn't quite mean the same thing). The very concept of cuteness is probably an American phenomenon, a memetic defense the mightiest country on Earth evolved to sugar-coat its power.

(By the way, the ability to verbalize anything is another example of the infinite combinatorial powers of English. You cannot unclumsily say "sugar-coat its power" in Spanish; you'd have to say something like "coat its power with sugar." For that matter, you can't really say "verbalize", either.)

Cuteness can be an undesirabale attribute of prose, but on the internet it might just be necessary. It is the only feature that saves weblogs from their inherent megalomania and their frequent narcissism. Here's some text from the "about me" page of a blog I like:

Interests

clean sheets, black cardigans, movies and movie stars, sweets, lipstick, communication tools, movies, pets, claire fontaine notebooks, new york school poets, freckles, fishnets, punk rock gay boys, wednesday matinees, fromage blanc, pies, comma-delimited lists

See what I mean? It's cute, isn't it? In Spanish it would never fly. It wouldn't be funny. It might not even be intelligible to certain people.

Here's a description from another blog which I found at random by clicking on the "next blog" button at the top of this page:

Anokoblog is the creation of a small, spiny nocturnal insectivore who lives at the end of the bar in his local pub. He has very poor eyesight, but a keen sense of smell. When not working on poetry, fiction and screenplays, he can be found munching on grubs and crickets, drinking straight bourbon whiskey, and discussing the issues of the day with a steady stream of statesmen, diplomats, and other criminals who visit him nightly seeking his sage advice.

Once again: cute, cute, cute. Untranslatable cuteness.

This blog, which will be bilingual from now on, promises to mete out cuteness in small, prudent doses.

miércoles, diciembre 15, 2004

La trouvaille de la journée

Recomendadísimo este blog escrito por una norteamericana en París:

  The Pie in Paris

martes, diciembre 14, 2004

Man may bleed to death

"The tragedy is that we cannot believe the dogmas of religion and metaphysics if we have the strict methods of truth in heart and head, but on the other hand we have become through the development of humanity so tenderly sensitively suffering that we need the highest kind of means of salvation and consolation: whence arises the danger that man may bleed to death through the truth that he recognizes."
  —F. Nietzsche.

Muevan las industrias (II)

Las culpamos de ensuciar el medio ambiente como si las industrias fueran malvadas per se, y no nuestras preferencias de consumo las que rigen su producción. ¿Que nos horrorizan los hidrocarburos contaminando la atmósfera? Está bien, pero ¿qué tanto estamos dispuestos nosotros a cambiar para aliviar el problema? No me refiero solamente a utilizar menos el automóvil o a convertirlo a gas natural. ¿Han visto cuánto plástico hay por todos lados? ¿Podemos concebir un mundo moderno sin la conveniencia del plástico como material estructural, como aislante, como pegante, como fibra textil, como coadyuvante en todo tipo de procesos y hasta como ingrediente comestible? Y si prescindimos de él, ¿de qué vamos a fabricar las cosas? Todas las millones de cosas que los más de seis millardos que somos consumimos cada día, ¿de qué las vamos a hacer?

¿De madera? ¿De hierro? ¿De bronce? ¿Volver a bolsas de papel para las millones de transacciones diarias en las tiendas y los supermercados? ¿Será que con eso vamos a destruir menos el ecosistema?

Sin transformación de hidrocarburos no hay plásticos; es decir, no hay computadores, ni cables, ni prótesis, ni bolsas, ni juguetes baratos para niños, ni materiales para conservar alimentos y probablemente ni siquiera cómida suficiente para todos*.

[Esta la segunda parte. La primera está aquí. Continuará...
*En un texto futuro explicaré el papel del petroleo en nuestra cadena alimenticia.]

lunes, diciembre 13, 2004

Muevan las industrias (I)

Que mis amigos ambientalistas —que son la mayoría— me perdonen, pero a mi lo primero que me gusta ver cuando llego a una ciudad latinoamericana son las espesas columnas de humo de las chimeneas industriales.

—Debajo de ellas —me digo a mi mismo— hay máquinas. Y operando esas máquinas, gente.

Es lo más lógico del mundo: sin industrias no hay trabajo, y más aún en nuestras economías tercermundistas que son industriales o pre-industriales. Colombia, por ejemplo, es un país que está lejos de convertirse en una economía de servicios y más lejos aún de eso que llaman "economía de conocimiento". El tratado de libre comercio que nuestro gobierno está negociando con los gringos no nos va a acercar, ni en el corto ni en el mediano plazo, a la producción de bienes de servicio (salvo, tal vez, en cosas como call centers para empresas que necesiten operadores telefónicos que hablen español), sino que, en el mejor de los casos, nos dará la oportunidad de desarrollarnos como país manufacturero. Aspirar a que el colombiano promedio pueda emplearse como mano de obra altamente entrenada requeriría tener mano de obra altamente entrenada en grandes cantidades, lo que implicaría cambios estructurales en educación cuyos resultados tomarían al menos 20 años —casi toda una generación— en verse. Veinte años suponiendo que comenzáramos hoy, y eso no lo estamos haciendo.

Así que nuestras esperanzas de generación de empleo inmediatas —que son las que importan— están en la producción industrial. Y sin embargo mi generación —a quienes más les debería importar— ha hecho del desdén de las industrias una moda.

[Esta es el comienzo de un texto más largo que voy a publicar en varias partes durante los próximos días.]

domingo, diciembre 12, 2004

Coincidencia

Mientras escribía la anotación anterior sobre el Brasil, iTunes en modo aleatorio cayó sobre Canción para la unidad latinoamericana, de Pablo Milanés, en versión de... ¡Milton Nascimento!

El gigante ignorado

Siempre he creído que los colombianos le damos un lugar demasiado prominente al inglés en la educación de los niños, desestimando al portugués brasilero, que por razones geográficas y económicas debería tener igual o más importancia. Y si en geopolítica y en intercambio comercial Brasil es gigante, culturalmente, también, se está convirtiendo en una superpotencia: tal vez el único país occidental que pueda, hoy por hoy, aspirar a hacerle contrapeso a la hegomonía anglosajona en el cine y la música popular. Los barranquilleros cuando salen de vacaciones siempre viajan a Miami, a veces después de haber esperado más de un año por una visa de turista. ¿Por qué no a Río? El viaje es un poco más largo, sí, pero las playas son mejores, los paisajes más lindos, los hoteles más baratos, la cómida superior, la ciudad más cosmopolita, y la gente más chévere. El idioma es más simpático y más afín a nuestro castellano costeño que el deleznable spanglish de la Florida. Y como si todo eso fuera poco, Brasil es uno de los apenas 18 países que quedan en el mundo que no nos exigen visa.

Pero parece que los colombianos no somos los únicos en ignorar a Brasil. Estuve muy de acuerdo con la columna de Tomás Eloy Martínez en La Nación de Argentina del sábado 11 de diciembre de 2004:


Salvo unas raras excepciones en el cine, la música y la literatura, la asombrosa cultura de Brasil es apenas conocida fuera de las fronteras. Cualquier estudiante de bachillerato en Curitiba o Minas Gerais ha leído a los jóvenes autores chilenos, argentinos y mexicanos, pero quizá sobren los dedos de las manos para contar a los argentinos que se han asomado a la obra de Patricia Melo o Bernardo Carvalho, cuyo talento narrativo es comparable al de músicos como Edu Lobo y Elza Soares, de los que también se sabe muy poco. Hace treinta años, en Buenos Aires, le pregunté al célebre Vinicius de Moraes a qué atribuía ese aislamiento. Me respondió con una carcajada. "Somos ciento cincuenta millones de brasileños -dijo-. Nos interesa todo lo que sucede afuera, pero adentro no necesitamos más público. Si alguien quiere conocernos mejor, puede venir a buscarnos. Tenemos los brazos abiertos."

[...]

El tamaño y la población, que ahora ronda los 180 millones, han vuelto a los brasileños más seguros de sí que ningún otro pueblo de América latina. Tienen sobre los demás una invisible y sólida ventaja: conocen muy bien a sus vecinos, hablan con fluidez y espontaneidad el español y casi nadie los conoce a ellos. Cuando el mundo despierte, Brasil estará golpeando a sus puertas con estruendo y, a lo mejor, de tanto golpear, las derriban.


Yo también he conocido brasileros cuyo conocimiento de nuestros escritores y músicos supera por mucho lo que un colombiano, venezolano o peruano de las clases "educadas" pueda saber sobre Clarice Lispector o Caetano Veloso. La mayoría de los brasileros que conozco hablan o al menos entienden castellano, mientras que en Barranquilla ni siquiera sé de algún instituto o profesor particular de portugués.

martes, diciembre 07, 2004

Un engendro de laboratorio

Listerine Cool Mints. ¿Las han probado? Reconozco públicamente que me he vuelto adicto a ellas. Son hojas comestibles color verde translúcido (aunque, a juzgar por su composición, el verde es accesorio; igual las podrían hacer fucsias, amarillas o negras) que se deshacen al contacto con la lengua y que producen una poderosa sensación a menta y a frío. Miden dos por tres centímetros; vienen de a dos docenas, en cajas de plástico verde con una pestaña en el borde que al levantarla descubre las 24 láminas; se sacan deslizándolas una por una, con un gesto similar al que reparte la carta superior de una baraja de naipes. Se disuelven tan pronto en la boca que lo único descriptible es la sensación que dejan: un sabor ligeramente dulce y tremendamente mentolado, una insensibilización de la lengua y el paladar, y un aliento polar. Al cabo de unos minutos el efecto se desvanece.

El estuche de las Cool Mints afirma que son para la "higiene oral", que no sustituyen el cepillado, y que no contienen azúcar. Todo esto debe ser cierto. Las Cool Mints pueden ser todo lo que sus inventores quieran, porque deben ser uno de los productos más sintéticos jamás ideados por el hombre. Son un perfecto engendro de laboratorio. Casi ninguno de sus ingredientes se da espontaneamente en la naturaleza. Me tomé el trabajo de investigar, uno por uno, que son. Las Cool Mints contienen, en orden de mayor a menor por participación en el total:

  • Pullulan, un plástico comestible producto de la reacción de un almidón con una levadura negra, la aureobasidium pullulans.
  • Mentol, un compuesto que se obtiene del aceite de menta o se produce sintéticamente. Es un anestésico local, por lo que se utiliza en el tratamiento de infecciones de boca y garganta, y también en algunas marcas de cigarillos para impartir sabor y disminuir la irritación causada por el humo caliente en la garganta. Produce una sensación tópica de frío. El mentol puro es muy tóxico; una cucharadita puede causar arritmia cardíaca.
  • Aspartame, un endulzante artificial sin calorías 160 veces más dulce que el azúcar, compuesto de dos aminoácidos, la fenilalanina y el ácido aspártico, enlazados por un metil ester.
  • Sal potásica de acesulfame, también conocida como Acesulfame K, un endulzante artificial sin calorías, 200 veces más dulce que el azúcar, casi siempre utilizado en combinación con el aspartame por su efecto sinérgico que potencia y mantiene el sabor dulce. El cuerpo no metaboliza el acesulfame; lo absorbe con rapidez y lo excreta sin cambiarlo.
  • Gluconato de cobre, un suplemento nutricional comúnmente usado para tratar deficiencias de cobre. En las Cool Mints se usa para neutralizar compuestos sulfúricos producidos por bacterias búcales que causan mal aliento.
  • Polisorbato 80, un emulsificante producto de la reacción del óxido de etileno con esteres de derivados del sorbitol (un alcohol del azúcar). En las Cool Mints probablemente es añadido para homogeneizar el color y el sabor, o para coadyuvar el efecto de disolusión rápida de la lámina en la lengua.
  • Carragenina, una goma. Molecularmente es un carbohidrato polisacárido, extraído de algas rojas, utlizado para estabilizar y dar cohesión a la lámina de Cool Mint.
  • Oleato de glicerilo, otro estabilizante. Los estabilizantes, en términos generales, son aditivos que impiden cambios en las propiedades de los productos alimenticios. Un producto como este puede contener varios estabilizantes distintos, ya sea para aprovechar efectos sinérgicos, porque se necesitan para estabilizar distintas propiedades, o incluso para estabilizar alguna propiedad de otro estabilizante. En productos de alta tecnología se usan para controlar características como acidez, cohesión, sabor, color, etc.
  • Timol, un extracto del tomillo o del oregano con propiedades antibacterianas. Se utiliza también para embalsamar cadáveres y para preservar especímenes biológicos.
  • Eucaliptol, el principal componente del aceite de eucalipto. En la industria alimenticia se utiliza como saborisante, pero también sirve para ahuyentar cucarachas.
  • Salicilato de Metilo, componente principal del aceite de planta que se conoce en Norte América como wintergreen, la gaulterina. Se usa como anestésico tópico casi siempre en combinación con el mentol, que contrarresta la sensación de calor que causa el salicilato.
  • Goma de algarrobo, una goma, utilizada como estabilizante y para dar mayor elasticidad a la lámina. Se extrae de la semilla del algarrobo.
  • Propilenglicol, un humectante. También es utilizado como anticongelante para radiadores de automóviles.
  • Goma xantana, un espesante y estabilizante, hecho a partir de la fermentación del azúcar con la bacteria xanthomonas campestris, de donde viene su nombre.
  • FD&C Verde #3, un colorante artificial derivado del petroleo.

Para llegar la laminilla mentolada a mi boca fueron necesarios el pretroleo, los plásticos comestibles, los reemplazos no calóricos de la sucrosa, la producción de carbohidratos a partir de algas, la síntesis de aceites esenciales antes extraídos de plantas, y la formación de una goma a partir de un azúcar y un microbio. Fueron necesarios estudios de mercado, grupos focales, análisis sensoriales, beligerantes sesiones de lluvias de ideas entre mercadotecnistas avezados. Buena parte de la historia de la Era Industiral está contenida en la historia de las Cool Mints.

lunes, diciembre 06, 2004

Coca-Cola, México y la verdad

Del libro de Andrés Oppenheimer, Bordering on Chaos: Guerrillas, Stockbrokers, Politicians, and Mexico's Road to Prosperity (1996). Primero la cita en el inglés orignal y abajo traducida al español:

Mexicans had such an inborn skepticism that they regarded the very concept of "truth" with great suspicion, as the Coca-Cola Company and other U.S. corporations found in their various marketing studies in Mexico. The Coca-Cola Company, for instance, had discovered with puzzlement that advertising campaigns emphasizing the concepts of reliability and trustworthiness did not work in Mexico.

Coke had conducted extensive marketing studies in Mexico as it was introducing the company's worldwide slogan "It's the real thing," which had worked wonders throughout the world, advertising industry sources recall. In line with Coca-Cola's international advertising campaign, it had translated the slogan in Mexico almost literally to "Esta es la verdad", or "This is the truth." But it didn't work. Several focus groups assembled in Mexico City to test the slogan's acceptance reacted coldly to it.

"We found that the word truth had a negative connotation in Mexico," I was told by Jorge Matte Langlois, the Chilean-born psychologist, sociologist, and theologian who had conducted confidential polls for the Zedillo campaign, and who had conducted the focus groups for Coca-Cola years earlier. "People's reaction was, if it's the truth, it must be bad."

Coca-Cola's Mexico division soon changed its slogan to "La chispa de la vida" — "The spark of life."


En español (la traducción es mía):

El escepticismo innato de los mexicanos era tal que hasta el concepto de "verdad" era visto con gran suspicacia, como lo descubrieron la Coca-Cola Company y otras corporaciones estadounidenses en varios estudios de mercado en México. La Coca-Cola Company, por ejemplo, descubrió con asombro que las campañas publicitarias que enfatizaban los conceptos de seguridad y confiabilidad no funcionan en México.

Coca-Cola había practicado extensos estudios de mercado en México al introducir el eslógan mundial de la compañía "It's the real thing," que había hecho maravillas alrededor del mundo, recuerdan fuentes de la industria. En línea con la campaña publicitaria internacional de Coca-Cola, había traducido el eslógan en México casi literalmente a "Esta es la verdad." Pero no funcionó. Varios grupos focales reunidos en Ciudad de México para probar la aceptación del eslógan reaccionaron con frialdad a él.

"Encontramos que la palabra verdad tiene una connotación negativa en México," me dijo Jorge Matte Langlois, el psicólogo, sociólogo y teólogo de origen chileno que realizó encuestas confidenciales para la campaña Zedillo y que había manejado anteriormente grupos focales para Coca-Cola. "La reacción de la gente fue, si es la verdad, debe ser malo."

La división mexicana de Coca-Cola pronto cambió su eslógan a "La chispa de la vida."

El Poseedor de la Fórmula Secreta

En 1886 John Pemberton, un farmaceuta de Atlanta, mezcló agua con azúcar, nuez de cola y cocaína, y creó la Coca-Cola. Pemberton se convirtió así en uno de los héroes de la mitología de la era industrial: el Poseedor de la Fórmula Secreta. Esa era, ahora menguante, hija de la Ilustración, encontró en este personaje un mito prometéico acorde con el nuevo lugar del hombre en el universo. El nuevo Prometeo Moderno no le dio vida a materia muerta como el Dr. Frankenstein, pero logró más que eso. El monstruo que creo Frankenstein, al fin y al cabo, fue un ser malogrado, destructor e inféliz, mientras que la Coca-Cola se convirtió en una especie de influjo divino que reanima el alma — es la chispa de la vida — y da energía y vigor para asumir una felicidad que está a la vuelta de la esquina. Todo se logró gracias a la mercadotecnia, por supuesto: lo único que todavía puede darle carácter a un producto que hace mucho tiempo perdió su esencia, pues hoy en día no contiene ni cocaína ni azúcar y a duras penas tendrá algunos rastros de nuez de cola. Es el perfecto producto para la Era de la Publicidad: vacío, casi sin propiedades, su valor agregado no existe sino como fenómeno psicólogico. Ya que su contenido no la define, es definida por sus eslóganes publicitarios: Coca-Cola es así, es inmanente, es Siempre Coca-Cola.

Pemberton fue una de las primeras encarnaciones del nuevo mito, pero, ¿cuanta gente ha oído hablar de él? Otras encarnaciones fueron más famosas. Muchas vienen de EEUU — la tierra mítica de la era industrial, por excelencia — y varias de las que han alcanzado fama planetaria, desde el Coronel Sanders hasta Willy Wonka, son ficticias. Otras versiones del mito las tenemos más cerca, en nuestras ciudades: cada región y cada país tiene sus alimentos míticos, su Salsa Especial, su Toque Secreto, su Fórmula Mágica, o su Fábrica de Chocolate, de donde nadie sale nunca y a donde nadie nunca entra, para proteger la receta.

El Poseedor de la Fórmula no duerme tranquilo. Conozco a uno, un hombre cuyo coctel Margarita se volvió famoso en la ciudad. Al comienzo el coctel fue el éxito, el reconocimiento, la properidad. La gente hacía colas para comprarlo. Contrató despachantes para atender a los clientes y llegó hasta a entregar directo a los automóviles estacionados afuera, para agilizar el despacho. A pesar de tener varios empleados ayudándolo, la preparación del cóctel la tenía que hacer él. De otro modo podían tratar de robarle la fórmula, de vendérsela a un competidor, de dañarle el negocio.

Al Poseedor de la Fórmula no lo castigan los dioses, porque nada les ha robado. La era industrial le exige a sus héroes ingenio, perseverancia, auto-suficiencia y el pago de sus deudas. No obstante, como su precursor antiguo, el Poseedor vive encadenado. Su roca es su fórmula, cuyo secreto debe salvaguardar a todo costo.

jueves, diciembre 02, 2004

Economía

Según la revista Portafolio de hoy, se sorprende el gobierno y le cae como un "baldado de agua fría" que el PIB colombiano sólo haya crecido al 2,43% anualizado en el tercer trimestre de 2004.

—Voy a ser sincero —exclama el ministro Carrasquilla—, yo quedé muy preocupado con la cifra, yo no quedé tranquilo.

Yo tampoco quedé tranquilo después de escucharlo. Es que para ser optimista sobre la economía del país hay que ser asesor económico, o Ministro de Hacienda, o Presidente de la República. Los demás, es decir, los que no estamos completamente desconectados de la realidad de la calle y del mercado, sabemos que el comercio no ha despegado, que en los estratos que componen el 90% de la población la plata no alcanza, que si la inflación sigue baja es en gran parte por falta de demanda, y que después de un breve lapso de esperanza al comienzo del gobierno Uribe las cosas no están mejor sino peor. Hablo de la economía. Hubo, es cierto, un gran optimismo generado por los avances —reales— en seguridad. Pero el país no podía vivir indefinidamente de esperanza y tarde o temprano el vacío en los bolsillos no se podría seguir ignorando.

Sólo los exportadores celebran, y eso que la revaluación del peso les ha aguado un poco la fiesta. Tienen de que celebrar, por los ayudas y empujoncitos que les ha dado este gobierno. Aparecen en las portadas de Dinero y de Portafolio, porque hoy en día en Colombia se ha vuelto prestigioso y hasta glamourso exportar. Que si Fulano manda pulpa de níspero a Hungría —¡Premio Empresarial Portafolio!—; que si Zutano coronó las arepas de huevo deshidratadas en Filipinas —¡noche en el Tequendama por cuenta del Presidente!— que si Perengano convenció a los Inuit de probar los iglús de guadua —¡Cruz de Boyacá!—. Y del mercado interno, ¿qué? Siembre Ud. níspero para vendérselo al Carulla a ver si (a) logra que se lo paguen a un precio de subsistencia y (b) lo sacan en la portada de Dinero. Tanto énfasis en exportar es extraño. Huele a propaganda. Parece una forma de distraernos del estancamiento interno en que nos encontramos.

Y mas allá de la economía, tampoco hemos visto mejorías en educación ni en salud. En eso tampoco estamos mejor sino peor.

La confianza que produce Uribe en la mayoría de la población pudo —quizás todavía pueda— ser el motor de la recuperación. El gobierno Uribe pudo —esperemos que todavía pueda— ser un primer paso en la dirección correcta hacia la recuperación. Pero el motor no puede seguir andando indefinidamente sin llegar a ningún lado, pues se queda sin combustible. Y la confianza no sobrevivirá sin resultados que la mantengan viva.

Eso de la importancia de los resultados Uribe lo entiende tan bien o mejor que cualquiera; es una de las piedras angulares de la gerencia moderna. ¿Qué pasa, entonces? ¿Por qué estos espectáculos decepcionantes de las últimas semanas? Lo del prófugo guerrillero y su noche en el Hotel Tequendama (que aún no sabemos si fue o no fue), las sospechas ya confirmadas de clientelismo para pasar la reelección en el Congreso, la nueva reforma tributaria que nos promete un aún menor crecimiento el año entrante: el paso firme con que comenzó este gobierno se ha convertido en tropezones de vendado buscando a bastonazos la piñata.

Pero para volver a lo que motivó esta reflexión: ¿Será sincero Carrasquilla cuando afirma que lo tomó por sorpresa el flojo crecimiento del PIB en el tercer trimestre? ¿Podrá ser cierto que estén tan desconectados de lo que está pasando acá abajo? Queda uno muy preocupado, no queda uno tranquilo.

miércoles, diciembre 01, 2004

Nuevo derecho

Debería hacer parte de la Declaración de los Derechos del Hombre: el derecho a cambiar de opinión.