domingo, diciembre 12, 2004

El gigante ignorado

Siempre he creído que los colombianos le damos un lugar demasiado prominente al inglés en la educación de los niños, desestimando al portugués brasilero, que por razones geográficas y económicas debería tener igual o más importancia. Y si en geopolítica y en intercambio comercial Brasil es gigante, culturalmente, también, se está convirtiendo en una superpotencia: tal vez el único país occidental que pueda, hoy por hoy, aspirar a hacerle contrapeso a la hegomonía anglosajona en el cine y la música popular. Los barranquilleros cuando salen de vacaciones siempre viajan a Miami, a veces después de haber esperado más de un año por una visa de turista. ¿Por qué no a Río? El viaje es un poco más largo, sí, pero las playas son mejores, los paisajes más lindos, los hoteles más baratos, la cómida superior, la ciudad más cosmopolita, y la gente más chévere. El idioma es más simpático y más afín a nuestro castellano costeño que el deleznable spanglish de la Florida. Y como si todo eso fuera poco, Brasil es uno de los apenas 18 países que quedan en el mundo que no nos exigen visa.

Pero parece que los colombianos no somos los únicos en ignorar a Brasil. Estuve muy de acuerdo con la columna de Tomás Eloy Martínez en La Nación de Argentina del sábado 11 de diciembre de 2004:


Salvo unas raras excepciones en el cine, la música y la literatura, la asombrosa cultura de Brasil es apenas conocida fuera de las fronteras. Cualquier estudiante de bachillerato en Curitiba o Minas Gerais ha leído a los jóvenes autores chilenos, argentinos y mexicanos, pero quizá sobren los dedos de las manos para contar a los argentinos que se han asomado a la obra de Patricia Melo o Bernardo Carvalho, cuyo talento narrativo es comparable al de músicos como Edu Lobo y Elza Soares, de los que también se sabe muy poco. Hace treinta años, en Buenos Aires, le pregunté al célebre Vinicius de Moraes a qué atribuía ese aislamiento. Me respondió con una carcajada. "Somos ciento cincuenta millones de brasileños -dijo-. Nos interesa todo lo que sucede afuera, pero adentro no necesitamos más público. Si alguien quiere conocernos mejor, puede venir a buscarnos. Tenemos los brazos abiertos."

[...]

El tamaño y la población, que ahora ronda los 180 millones, han vuelto a los brasileños más seguros de sí que ningún otro pueblo de América latina. Tienen sobre los demás una invisible y sólida ventaja: conocen muy bien a sus vecinos, hablan con fluidez y espontaneidad el español y casi nadie los conoce a ellos. Cuando el mundo despierte, Brasil estará golpeando a sus puertas con estruendo y, a lo mejor, de tanto golpear, las derriban.


Yo también he conocido brasileros cuyo conocimiento de nuestros escritores y músicos supera por mucho lo que un colombiano, venezolano o peruano de las clases "educadas" pueda saber sobre Clarice Lispector o Caetano Veloso. La mayoría de los brasileros que conozco hablan o al menos entienden castellano, mientras que en Barranquilla ni siquiera sé de algún instituto o profesor particular de portugués.