lunes, diciembre 27, 2004

Muevan las industrias (III)

Todo lo producido industrialmente nos parece estéticamente inferior por razones emocionales que más tienen que ver con la nostalgia que con una supuesta inherente fealdad de lo manufacturado. Nos parece más valiosa una cosa que haya sido hecha "a mano" y en lotes pequeños —ojalá unitarios— que una producida con uniformidad en grandes cantidades. Pero la estética nos apasiona y nos autonombramos defensores de su pureza sólo cuando no nos cuesta nada: con una inversión mínima nos investimos de una de las distinciones más prestigiosas de nuestro tiempo: la del ciudadano desdeñoso del mundo práctico, del trajín cotidiano, del mercantilismo y del consumo. Ese desprecio por el mundo puede ser loable, pero en la mayoría de nosotros su alcance es corto: ¿nos mantendríamos en nuestro desprecio de lo industrial si se tratara, digamos, de una vacuna? ¿Añoraríamos la inmunología artesanal?

[Esta es la tercera parte de este texto. Las primeras dos están aquí y aquí.]