jueves, diciembre 02, 2004

Economía

Según la revista Portafolio de hoy, se sorprende el gobierno y le cae como un "baldado de agua fría" que el PIB colombiano sólo haya crecido al 2,43% anualizado en el tercer trimestre de 2004.

—Voy a ser sincero —exclama el ministro Carrasquilla—, yo quedé muy preocupado con la cifra, yo no quedé tranquilo.

Yo tampoco quedé tranquilo después de escucharlo. Es que para ser optimista sobre la economía del país hay que ser asesor económico, o Ministro de Hacienda, o Presidente de la República. Los demás, es decir, los que no estamos completamente desconectados de la realidad de la calle y del mercado, sabemos que el comercio no ha despegado, que en los estratos que componen el 90% de la población la plata no alcanza, que si la inflación sigue baja es en gran parte por falta de demanda, y que después de un breve lapso de esperanza al comienzo del gobierno Uribe las cosas no están mejor sino peor. Hablo de la economía. Hubo, es cierto, un gran optimismo generado por los avances —reales— en seguridad. Pero el país no podía vivir indefinidamente de esperanza y tarde o temprano el vacío en los bolsillos no se podría seguir ignorando.

Sólo los exportadores celebran, y eso que la revaluación del peso les ha aguado un poco la fiesta. Tienen de que celebrar, por los ayudas y empujoncitos que les ha dado este gobierno. Aparecen en las portadas de Dinero y de Portafolio, porque hoy en día en Colombia se ha vuelto prestigioso y hasta glamourso exportar. Que si Fulano manda pulpa de níspero a Hungría —¡Premio Empresarial Portafolio!—; que si Zutano coronó las arepas de huevo deshidratadas en Filipinas —¡noche en el Tequendama por cuenta del Presidente!— que si Perengano convenció a los Inuit de probar los iglús de guadua —¡Cruz de Boyacá!—. Y del mercado interno, ¿qué? Siembre Ud. níspero para vendérselo al Carulla a ver si (a) logra que se lo paguen a un precio de subsistencia y (b) lo sacan en la portada de Dinero. Tanto énfasis en exportar es extraño. Huele a propaganda. Parece una forma de distraernos del estancamiento interno en que nos encontramos.

Y mas allá de la economía, tampoco hemos visto mejorías en educación ni en salud. En eso tampoco estamos mejor sino peor.

La confianza que produce Uribe en la mayoría de la población pudo —quizás todavía pueda— ser el motor de la recuperación. El gobierno Uribe pudo —esperemos que todavía pueda— ser un primer paso en la dirección correcta hacia la recuperación. Pero el motor no puede seguir andando indefinidamente sin llegar a ningún lado, pues se queda sin combustible. Y la confianza no sobrevivirá sin resultados que la mantengan viva.

Eso de la importancia de los resultados Uribe lo entiende tan bien o mejor que cualquiera; es una de las piedras angulares de la gerencia moderna. ¿Qué pasa, entonces? ¿Por qué estos espectáculos decepcionantes de las últimas semanas? Lo del prófugo guerrillero y su noche en el Hotel Tequendama (que aún no sabemos si fue o no fue), las sospechas ya confirmadas de clientelismo para pasar la reelección en el Congreso, la nueva reforma tributaria que nos promete un aún menor crecimiento el año entrante: el paso firme con que comenzó este gobierno se ha convertido en tropezones de vendado buscando a bastonazos la piñata.

Pero para volver a lo que motivó esta reflexión: ¿Será sincero Carrasquilla cuando afirma que lo tomó por sorpresa el flojo crecimiento del PIB en el tercer trimestre? ¿Podrá ser cierto que estén tan desconectados de lo que está pasando acá abajo? Queda uno muy preocupado, no queda uno tranquilo.